La comunicación está en todo. ¿Nosotros? No necesariamente

Ya es un chiste recurrente que la comunicación es lo primero que se recorta por considerarse “prescindible” cuando hay que ajustarse el cinturón, debido a la noción de que cualquiera puede gestionarla. Al fin y al cabo, todos tenemos redes sociales, todos tenemos criterio estético y los mensajes de una organización ya están definidos desde el principio, ¿verdad?

No.

Soy una firme defensora de la profesionalización de la comunicación y estoy convencida de que, si se omite, puede generar costos mucho mayores en el mediano plazo. Que nuestras sugerencias tengan sentido y sean fáciles de entender no significa que no haya una estrategia y una base teórica sólida detrás. Nuestra “intuición” se basa en la experiencia, el estudio y una proyección que contempla el plan en su totalidad, considerando cada acción como un paso indispensable.

Esto no significa que no sepamos cuál es nuestro lugar: a veces nuestro rol es ordenar y crear mapas de ruta para que otros los implementen, otras es diseñar planes que no veremos ejecutados y, en ocasiones, poner en palabras la situación actual de una organización y sus incongruencias. Algunas veces, pero solo algunas, nos encargamos de materializar las estrategias.

Es tentador ofrecer un servicio integral, porque seguir de cerca los procesos nos asegura que se ejecuten tal como los visualizamos. Es tentador porque sabemos lo que hacemos y disfrutamos verlo concretado. Sin embargo, es importante transmitir la tranquilidad de que no dependen exclusivamente de nosotros.

Somos importantes (y seguiré defendiendo cuán importantes), pero debemos diseñar planes que no nos conviertan en imprescindibles.

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